martes, 20 de octubre de 2020

DOS MONJES (1934) - Juan Bustillo Oro

 

DOS MONJES: EXPERIMENTO EN EQUIPO

 Una película de Juan Bustillo Oro (1934)

 

         Los primeros años del cine sonoro mexicano fueron de experimentación y arrojo por parte de los realizadores primigenios. Se puede afirmar que no había copia sistemática de modelos norteamericanos ni europeos, como ocurrió, en algunos casos, durante la etapa silente, desconocida visualmente, pero documentada en sus realizaciones, temas y argumentos. A partir de Santa (Antonio Moreno, 1931), que era un melodrama surgido de una novela mexicana, las siguientes películas lindaron con temas nacionales (Revolución, el compadre Mendoza, La calandria) o adaptados a nuestra realidad (Pecados de amor, Corazones en derrota). Sin embargo, hubo quienes quisieron experimentar con su discurso cinematográfico como sucedió con La mujer del puerto (Arcady Boytler, 1933) con su naturalismo agreste ante la frialdad de los hombres en el ambiente fuliginoso de la prostitución portuaria, además de jugar con las ironías del destino ante una tragicomedia incestuosa. O puede citarse a El fantasma del convento (Fernando de Fuentes, 1934), incursión en el cine de horror sugerido, por lo tanto más logrado, que las leyendas ya conocidas e ilustradas como La llorona (Ramón Peón, 1933). Dos monjes se concibió bajo el deseo de su realizador quien, sin pensar en el gran público, quiso efectuar un experimento artístico, acercamiento nacional a formas de expresión ajenas a los convencionalismos, deseando explicar las pasiones humanas y transmitirlas al espectador.

 El maestro Juan Bustillo Oro

         Juan Bustillo Oro (1904 – 1988) se había iniciado dentro del cine silente con una película menor que no tuvo gran éxito (Yo soy tu padre, 1927). Intelectual, inquieto, universitario, apoyador del vasconcelismo, había conformado el significativo grupo Teatro de Ahora junto con el escritor y dramaturgo Mauricio Magdaleno que solamente tuvo una temporada en 1932. En los años siguientes colaboró con Fernando de Fuentes en guion (El compadre Mendoza, 1933) y argumento (El fantasma del convento, 1934), dos cintas importantes e innovadoras del cine mexicano, antes de emprender su primera incursión dentro del cine sonoro con Dos monjes. En su valiosa autobiografía (Vida cinematográfica, Cineteca Nacional, 1984) narra cómo fue el azar del destino que le permitió introducirse al medio del cine. Un par de jóvenes productores le pidieron que se hiciera cargo de una película que iba a iniciar su rodaje y ya tenía elenco, aparte del presupuesto asignado. Le confesaron que la iba a realizar Chano Urueta (1904 – 1979) quien finalmente había provocado un enojo de sus mecenas quedando fuera de la producción. El texto era de José Manuel Cordero, en su único trabajo para el cine nacional, y narraba la historia del amor que dos amigos manifestaban hacia una mujer, causando así su rivalidad. Bustillo Oro se dio cuenta de que apenas alcanzaba para unos veinte o treinta minutos de proyección y se le ocurrió narrar el mismo asunto, pero desde el punto de vista de cada uno de los amigos. Afortunadamente, tanto a productores como argumentista, les pareció una buena propuesta y así pudo iniciar el rodaje.

 Los planos inclinados, los ángulos oblicuos...

Sinopsis: [La acción sucede en el siglo XIX e inicia en un monasterio al cual ha llegado Juan (Víctor Urruchúa), procedente de una orden que se ha disuelto. Ahí se encuentra Javier (Carlos Villatoro) del cual se dice que le ha poseído el demonio porque llora infinitamente. El padre prior (M. Beltrán de Heredia) le pide que lo asista, pero al encontrarse, Javier agrede a Juan. El prior, entonces, le pide a Javier que le cuente su historia: Javier era compositor, conoció a Anita (Magda Haller), su vecina, cuando fue lanzada de la casa familiar al negarse a aceptar los avances de un pretendiente. Javier y su madre (Emma Roldán) le protegen. Javier se enamora y ella acepta, a pesar de que Javier es un hombre enfermo. Entonces llega Juan, viejo y querido amigo de Javier, quien andaba de viaje desde hacía dos años. Más tarde, Javier lo encuentra junto con Anita. Iracundo, le dispara pero Anita se atraviesa y la bala la hiere y mata. Juan escapa. Así termina su historia. Luego, el prior habla con Juan, quien le confirma la historia, pero con una salvedad: él conocía y amaba a Anita desde antes que Javier y ella le había prometido esperarlo, sin pensar lo que sucedería con su familia, ni por el amor que se despertaría en su amigo. Luego de la muerte de Anita había escapado para purgar su pecado. Ahora, en el reencuentro, debe sufrir el desprecio de Javier, pero éste muere, luego de enloquecer, y a Juan le toca cerrar sus ojos].

Carlos Villatoro y Víctor Urruchúa

         La admiración de Bustillo Oro hacia los maestros del expresionismo alemán le hicieron rendir un tributo. Así, gracias a un equipo de colaboradores que compartieron su entusiasmo y audacia, pudo construirse una escenografía, además de planear una fotografía, que exaltaba los planos inclinados, las tomas oblicuas, los muebles deformes, aparte de objetos diseñados en forma grotesca, como crucifijos, máscaras, órgano musical. En su afán simbólico, en cada una de las narraciones del mismo hecho, quien lo contara traería un vestuario color blanco mientras que el rival portaría el negro. Los integrantes de su equipo también se tornarían en seres importantes del universo fílmico mexicano. El diseñador y escenógrafo Carlos Toussaint (1901 – 1975) seguiría en dicho ramo a lo largo de los años, luego secretario del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC) hasta su debut como co-realizador en Mi Lupe y mi caballo (1942 con la efímera Duquesa Olga) y ya en solitario hasta 1949 con De tequila, su mezcal. Toussaint tendría una carrera corta en la dirección pero le debemos obras de interés como Y Dios la llamó Tierra (1960), Los falsos héroes (1961) o El beso de ultratumba (1962). Una de las últimas secuencias de Dos monjes muestra el proceso de locura de Javier. Por cámara subjetiva, ve a los monjes acercándose hacia él con crucifijos en mano pero con rostros monstruosos, demoníacos. Estas máscaras deformes, producto de la imaginación de Toussaint, sirven para subrayar el afán expresionista de la trama, además de anticipar, indirectamente, por medio de un Cristo con rostro desarticulado, crucificado, al que en su delirio imagina Andara en Nazarín (Luis Buñuel, 1959).

 Carlos Toussaint, escenógrafo y director


Otro debutante fue el cinefotógrafo Agustín Jiménez (1901 – 1974) quien ya tenía fama en el cine por sus fotofijas, además de haber sido colaborador de publicaciones diversas, aparte de ganar premios nacionales. Esta fue su primera incursión en la fotografía de cine y, según el propio Bustillo Oro, dispuesto a la experimentación y a arriesgarse. La cinta presenta secuencias insólitas para un cine que apenas despertaba al sonido e iba perfeccionándose con cada película que se filmaba. En Dos monjes se utilizó una grúa fabricada, de poca precisión. Jiménez estuvo dispuesto a subirse en ella a pesar de las condiciones inestables. Así, podemos ver movimientos irregulares de cámara, que se va alineando, mientras va retrocediendo hacia las alturas y luego retorna en otra secuencia, en sentido opuesto, que dura más de un minuto y que muestra al personaje de Javier tocando el piano, mientras la cámara continúa su recorrido hacia adelante, a un ventanal, para luego traspasarlo y posarse en el rostro de la protagonista femenina. Se notan los ajustes de cámara mientras hay movimiento, dando idea de la fragilidad de esa grúa, pero la brillantez de la imagen y el efecto final son avasalladores. En otro momento, la cámara está fija en la pareja de Javier y Anita, abrazados, hasta que se va lateralmente hacia un fondo oscuro. De pronto, detrás de la pareja, a la izquierda, aparece Juan como personaje amenazante que surge repentino, seductor, como trampa del destino. Jiménez continuaría con una larga carrera dentro del cine mexicano: sería el fotógrafo de Barrio de pasiones (Fernández Bustamante, 1947), El bruto (Luis Buñuel, 1952), La cobarde (Julio Bracho, 1952), Ensayo de un crimen (Luis Buñuel, 1955), entre más de 180 títulos. Volvería a colaborar en muchas ocasiones con Bustillo Oro, pero también fue el fotógrafo de La mancha de sangre (Best Maugard, 1937), cinta que enfrentó a la censura al presentar desnudos femeninos, uno de los temas que Jiménez en su calidad previa como fotógrafo, cultivó en diversos momentos de su carrera (en 1932 formó parte de la revista Molino Verde que reseñaba los espectáculos de este pequeño teatro capitalino donde aparecían tiples y vicetiples enseñando el pubis).

 Agustín Jiménez, fotógrafo excelso


 Las máscaras expresionistas

Dos monjes es un ejemplo múltiple del cine mexicano sonoro y pionero, el de los maravillosos años treinta: A) muestra el talento narrativo e imaginativo de un nuevo realizador que daría muchas obras maestras, diversas, populares, en el cine nacional. Su autobiografía lo presenta como un hombre honesto, responsable, al cual le importaba mucho el gusto del público pero lo respetaba cuidando lenguaje y moral. Su cine, verboso pero ingenioso, emula a las comedias muy bien construidas del siglo XIX, adaptadas a la sensibilidad de sus tiempos. La mejor prueba es que, con el paso del tiempo, siguen siendo divertidas, fluidas e interesantes. B) El trabajo en equipo de un grupo de personas que, desde sus labores distintas, se dedicaron a construir las bases de lo que sería una industria de excelencia pero que, hasta estos tiempos posmodernos, de mezcla, rescate, confusión, ha ido adquiriendo el verdadero valor que tenía y que se merece resaltar. C) Las presencias magnéticas, pero efímeras, de una época. Estrellas de cine que brillaron con luz propia pero que el tiempo y el desarrollo fueron apagando: la actriz de teatro Magda Haller seguiría en ese medio, poco cine y mucha televisión. Víctor Urruchúa, muy atractivo, se refugiaría en la dirección de cine y en el doblaje: más adelante en la televisión pero dentro de la producción. Carlos Villatoro ocuparía puestos diversos dentro de la industria de cine pero ya alejado de participar al frente de la cámara como lo había hecho desde los años veinte. D) Sobre todo, el gran interés del descubrimiento de formas y estilos, de experimentación con prueba y error, del establecimiento de los temas que serían fundamentales para la definición de los géneros que conformaron al desarrollo de la industria. Bustillo Oro narra con nostalgia la manera en que se realizaban los estrenos de las grandes producciones, el temor hacia los críticos, el deseo del éxito de taquilla para la recuperación de los productores y que continuaran financiando películas, las rivalidades debidas a lo que filmaba cada uno de los pioneros, los problemas de temperamentos y vanidades que iban provocando el rechazo hacia ciertos actores y actrices. Era el inicio de los sueños...

Magda Haller y Víctor Urruchúa

NOTA APARTE: Dos monjes acaba de salir a la venta en Estados Unidos en versiones de DVD y Blu-ray, dentro de una caja (ya la tercera de una serie) que contiene otros títulos, y cuyo objetivo es la continuidad de una labor ejercida por Martin Scorsese y The Film Foundation World Cinema Project al recuperar y proteger películas que se consideran obras maestras olvidadas (abandonadas, dejadas por descuido) de todo el mundo. Cada caja trae seis películas. Anteriormente, se había rescatado Redes (Zinnemann y Gómez Muriel, 1934). Esta misma copia restaurada de Dos monjes puede verse en YouTube en la siguiente dirección: 

https://www.youtube.com/watch?v=UR1xkIKqHpg&t=798s,

aunque siempre será mejor tenerla consigo, como preciada posesión de coleccionista, como libro visual que se toma y disfruta con mayor comodidad...

 


 

sábado, 10 de octubre de 2020

TODO EL MUNDO GANA (1990) - Karel Reisz

 

TODO EL MUNDO GANA

(Everybody Wins)

1990. Dir. Karel Reisz.

 

         Tom (Nick Nolte), investigador privado, recibe el llamado de Ángela (Debra Winger) quien solicita su ayuda para esclarecer el caso de un joven acusado injustamente de homicidio. Todo da a entender que el muchacho, sobrino de la víctima (un médico prestigioso en el pueblo), fue el chivo expiatorio de la policía y del fiscal del estado, para evitar que se revelaran asuntos turbios de la comunidad. Tom inicia una relación íntima con Ángela quien va ofreciendo informes y revelando hechos que convencen al investigador de la inocencia del acusado. Su amistad con un juez así como evidencias que encuentra, logran que el joven sea finalmente absuelto: todo el mundo gana a costa de la corrupción. Un tema muy de moda, sobre todo en nuestro país, da lugar a una cinta que se inserta dentro del moderno film noir donde lo que más importa son las palabras, las confesiones, las actitudes, los hechos, que la acción: el asesinato no se muestra más que con fotos de la víctima ensangrentada. Es una cinta de intriga que va abriéndose paulatinamente, interesada en el dimensionamiento de sus personajes, motivaciones y reacciones: causas y efectos.

         La cinta habla de cómo la corrupción, mínima o extrema, nos toca o nos contamina: el investigador vive con su hermana Connie (Judith Ivey) quien es maestra. Mientras ella califica exámenes, Tom descubre que le ha dado buena calificación a un alumno que ni siquiera tiene buena ortografía. Ella le responde que no puede reprobarlo ya que es el capitán del equipo de natación y eso sería un escándalo. En otro momento, se entera de que Ángela fue amante del fiscal del estado, Charlie (Frank Converse), quien casi abandonó a su esposa por ella, y de que este pilar de la justicia tenía nexos turbios relacionados con la droga distribuida por la víctima, un médico de aparente moralidad y rectitud, entre la sociedad del lugar.

         Por otro lado, tenemos como elemento motriz al sentimiento religioso (católico) y la culpa que mueve a Ángela, para pedirle a Tom que le apoye en resolver el caso, se deberán a que fue elemento accesorio para el homicidio, además de padecer de momentos bipolares y tener un pasado como prostituta. Paralelamente, el verdadero asesino, del cual conocemos su identidad desde principios de la trama, está construyendo su propia iglesia, que tiene como dios particular a un general de la Guerra Civil Norteamericana, cuyo sentido del honor le hizo entregarse a la policía con todo su cuerpo ensangrentado, pero quien fuera rechazado por sus nexos con la droga y las autoridades corruptas. En el caso de Ángela, el sentimiento de culpa termina con la libertad final de la víctima equivocada; el asesino tendrá que ofrendar su vida.

 

         Sobre una obra corta, que había estrenado en 1982, con los dos personajes solamente, su autor, el dramaturgo Arthur Miller escribió su segundo guion cinematográfico [en 1961 participó como guionista de Los inadaptados (The Misfits, John Huston); en 1996 escribiría la adaptación fílmica de Las brujas de Salem (The Crucible, Nicholas Hytner) sobre su propia obra teatral). Se nota su procedencia dramática y es más notorio el uso de un lenguaje elaborado y diálogos muy bien estructurados. La química entre Nick Nolte (ya con 48 años encima al momento de filmar) y Debra Winger es perfecta. La cinta no se excede en mostrar escenas sexuales pero la sensualidad del personaje de Winger para hacer que el detective acepte el caso es magistral y se debe al talento de la actriz. Detrás de todo está el británico Karel Reisz, surgido de la generación intolerante de los años sesenta (junto a Richardson, Forbes, Schlesinger), perfecto retratista de la ansiedad social. En su momento, hace 30 años, el discurso sobre esta reflexión acerca de cómo la corrupción se disemina imperceptiblemente no fue comprendida en su extensión (aquí se estrenó y salió rápidamente de las salas de estreno): el tiempo le da mucha sustancia y autoridad.

El director Karel Reisz (1926 - 2002)



19 CORTOMETRAJES DE LA NUEVA OLA FRANCESA

  CERRANDO CICLOS 19 CORTOMETRAJES DE LA NUEVA OLA FRANCESA (19 courts métrages de la Nouvelle Vague) Doriane Films, Francia, 2018. Pal, DVD...