DOS MONJES: EXPERIMENTO EN EQUIPO
Una
película de Juan Bustillo Oro (1934)
Los
primeros años del cine sonoro mexicano fueron de experimentación y arrojo por
parte de los realizadores primigenios. Se puede afirmar que no había copia
sistemática de modelos norteamericanos ni europeos, como ocurrió, en algunos
casos, durante la etapa silente, desconocida visualmente, pero documentada en
sus realizaciones, temas y argumentos. A partir de Santa (Antonio Moreno, 1931), que era un melodrama surgido de una
novela mexicana, las siguientes películas lindaron con temas nacionales (Revolución, el compadre Mendoza, La
calandria) o adaptados a nuestra realidad (Pecados de amor, Corazones
en derrota). Sin embargo, hubo quienes quisieron experimentar con su discurso
cinematográfico como sucedió con La mujer del puerto (Arcady Boytler, 1933)
con su naturalismo agreste ante la frialdad de los hombres en el ambiente
fuliginoso de la prostitución portuaria, además de jugar con las ironías del
destino ante una tragicomedia incestuosa. O puede citarse a El fantasma del
convento (Fernando de Fuentes, 1934), incursión en el cine de horror
sugerido, por lo tanto más logrado, que las leyendas ya conocidas e ilustradas
como La llorona (Ramón Peón, 1933). Dos monjes se concibió bajo el deseo
de su realizador quien, sin pensar en el gran público, quiso efectuar un
experimento artístico, acercamiento nacional a formas de expresión ajenas a los
convencionalismos, deseando explicar las pasiones humanas y transmitirlas al
espectador.
Juan
Bustillo Oro (1904 – 1988) se había iniciado dentro del cine silente con
una película menor que no tuvo gran éxito (Yo
soy tu padre, 1927). Intelectual, inquieto, universitario, apoyador del
vasconcelismo, había conformado el significativo grupo Teatro de Ahora junto con el escritor
y dramaturgo Mauricio Magdaleno que solamente tuvo una temporada en 1932. En
los años siguientes colaboró con Fernando de Fuentes en guion (El compadre Mendoza, 1933) y argumento (El fantasma del convento, 1934), dos
cintas importantes e innovadoras del cine mexicano, antes de emprender su
primera incursión dentro del cine sonoro con Dos monjes. En su valiosa autobiografía (Vida cinematográfica, Cineteca Nacional, 1984) narra cómo fue el
azar del destino que le permitió introducirse al medio del cine. Un par de
jóvenes productores le pidieron que se hiciera cargo de una película que iba a
iniciar su rodaje y ya tenía elenco, aparte del presupuesto asignado. Le
confesaron que la iba a realizar Chano Urueta (1904 – 1979) quien finalmente
había provocado un enojo de sus mecenas quedando fuera de la producción. El
texto era de José Manuel Cordero, en su único trabajo para el cine nacional, y
narraba la historia del amor que dos amigos manifestaban hacia una mujer,
causando así su rivalidad. Bustillo Oro se dio cuenta de que apenas alcanzaba
para unos veinte o treinta minutos de proyección y se le ocurrió narrar el
mismo asunto, pero desde el punto de vista de cada uno de los amigos. Afortunadamente,
tanto a productores como argumentista, les pareció una buena propuesta y así
pudo iniciar el rodaje.
Sinopsis: [La acción sucede en el siglo XIX e inicia en un monasterio al cual ha llegado Juan (Víctor Urruchúa), procedente de una orden que se ha disuelto. Ahí se encuentra Javier (Carlos Villatoro) del cual se dice que le ha poseído el demonio porque llora infinitamente. El padre prior (M. Beltrán de Heredia) le pide que lo asista, pero al encontrarse, Javier agrede a Juan. El prior, entonces, le pide a Javier que le cuente su historia: Javier era compositor, conoció a Anita (Magda Haller), su vecina, cuando fue lanzada de la casa familiar al negarse a aceptar los avances de un pretendiente. Javier y su madre (Emma Roldán) le protegen. Javier se enamora y ella acepta, a pesar de que Javier es un hombre enfermo. Entonces llega Juan, viejo y querido amigo de Javier, quien andaba de viaje desde hacía dos años. Más tarde, Javier lo encuentra junto con Anita. Iracundo, le dispara pero Anita se atraviesa y la bala la hiere y mata. Juan escapa. Así termina su historia. Luego, el prior habla con Juan, quien le confirma la historia, pero con una salvedad: él conocía y amaba a Anita desde antes que Javier y ella le había prometido esperarlo, sin pensar lo que sucedería con su familia, ni por el amor que se despertaría en su amigo. Luego de la muerte de Anita había escapado para purgar su pecado. Ahora, en el reencuentro, debe sufrir el desprecio de Javier, pero éste muere, luego de enloquecer, y a Juan le toca cerrar sus ojos].
Carlos Villatoro y Víctor Urruchúa
La
admiración de Bustillo Oro hacia los maestros del expresionismo alemán le
hicieron rendir un tributo. Así, gracias a un equipo de colaboradores que
compartieron su entusiasmo y audacia, pudo construirse una escenografía, además
de planear una fotografía, que exaltaba los planos inclinados, las tomas
oblicuas, los muebles deformes, aparte de objetos diseñados en forma grotesca,
como crucifijos, máscaras, órgano musical. En su afán simbólico, en cada una de
las narraciones del mismo hecho, quien lo contara traería un vestuario color
blanco mientras que el rival portaría el negro. Los integrantes de su equipo
también se tornarían en seres importantes del universo fílmico mexicano. El
diseñador y escenógrafo Carlos Toussaint (1901 – 1975) seguiría en dicho
ramo a lo largo de los años, luego secretario del Sindicato de Trabajadores de
la Producción Cinematográfica (STPC) hasta su debut como co-realizador en Mi
Lupe y mi caballo (1942 con la efímera Duquesa Olga) y ya en solitario
hasta 1949 con De tequila, su mezcal. Toussaint tendría una carrera
corta en la dirección pero le debemos obras de interés como Y Dios la llamó
Tierra (1960), Los falsos héroes (1961) o El beso de ultratumba
(1962). Una de las últimas secuencias de Dos monjes muestra el
proceso de locura de Javier. Por cámara subjetiva, ve a los monjes acercándose
hacia él con crucifijos en mano pero con rostros monstruosos, demoníacos. Estas
máscaras deformes, producto de la imaginación de Toussaint, sirven para
subrayar el afán expresionista de la trama, además de anticipar,
indirectamente, por medio de un Cristo con rostro desarticulado, crucificado, al
que en su delirio imagina Andara en Nazarín (Luis Buñuel, 1959).
Otro debutante fue el cinefotógrafo Agustín
Jiménez (1901 – 1974) quien ya tenía fama en el cine por sus fotofijas,
además de haber sido colaborador de publicaciones diversas, aparte de ganar
premios nacionales. Esta fue su primera incursión en la fotografía de cine y,
según el propio Bustillo Oro, dispuesto a la experimentación y a arriesgarse.
La cinta presenta secuencias insólitas para un cine que apenas despertaba al
sonido e iba perfeccionándose con cada película que se filmaba. En Dos
monjes se utilizó una grúa fabricada, de poca precisión. Jiménez estuvo
dispuesto a subirse en ella a pesar de las condiciones inestables. Así, podemos
ver movimientos irregulares de cámara, que se va alineando, mientras va
retrocediendo hacia las alturas y luego retorna en otra secuencia, en sentido
opuesto, que dura más de un minuto y que muestra al personaje de Javier tocando
el piano, mientras la cámara continúa su recorrido hacia adelante, a un
ventanal, para luego traspasarlo y posarse en el rostro de la protagonista
femenina. Se notan los ajustes de cámara mientras hay movimiento, dando idea de
la fragilidad de esa grúa, pero la brillantez de la imagen y el efecto final
son avasalladores. En otro momento, la cámara está fija en la pareja de Javier
y Anita, abrazados, hasta que se va lateralmente hacia un fondo oscuro. De
pronto, detrás de la pareja, a la izquierda, aparece Juan como personaje
amenazante que surge repentino, seductor, como trampa del destino. Jiménez
continuaría con una larga carrera dentro del cine mexicano: sería el fotógrafo
de Barrio de pasiones (Fernández Bustamante, 1947), El bruto (Luis
Buñuel, 1952), La cobarde (Julio Bracho, 1952), Ensayo de un crimen
(Luis Buñuel, 1955), entre más de 180 títulos. Volvería a colaborar en
muchas ocasiones con Bustillo Oro, pero también fue el fotógrafo de La
mancha de sangre (Best Maugard, 1937), cinta que enfrentó a la censura al
presentar desnudos femeninos, uno de los temas que Jiménez en su calidad previa
como fotógrafo, cultivó en diversos momentos de su carrera (en 1932 formó parte
de la revista Molino Verde que reseñaba los espectáculos de este pequeño
teatro capitalino donde aparecían tiples y vicetiples enseñando el pubis).
Dos monjes es un ejemplo múltiple del cine mexicano sonoro y pionero, el de los maravillosos años treinta: A) muestra el talento narrativo e imaginativo de un nuevo realizador que daría muchas obras maestras, diversas, populares, en el cine nacional. Su autobiografía lo presenta como un hombre honesto, responsable, al cual le importaba mucho el gusto del público pero lo respetaba cuidando lenguaje y moral. Su cine, verboso pero ingenioso, emula a las comedias muy bien construidas del siglo XIX, adaptadas a la sensibilidad de sus tiempos. La mejor prueba es que, con el paso del tiempo, siguen siendo divertidas, fluidas e interesantes. B) El trabajo en equipo de un grupo de personas que, desde sus labores distintas, se dedicaron a construir las bases de lo que sería una industria de excelencia pero que, hasta estos tiempos posmodernos, de mezcla, rescate, confusión, ha ido adquiriendo el verdadero valor que tenía y que se merece resaltar. C) Las presencias magnéticas, pero efímeras, de una época. Estrellas de cine que brillaron con luz propia pero que el tiempo y el desarrollo fueron apagando: la actriz de teatro Magda Haller seguiría en ese medio, poco cine y mucha televisión. Víctor Urruchúa, muy atractivo, se refugiaría en la dirección de cine y en el doblaje: más adelante en la televisión pero dentro de la producción. Carlos Villatoro ocuparía puestos diversos dentro de la industria de cine pero ya alejado de participar al frente de la cámara como lo había hecho desde los años veinte. D) Sobre todo, el gran interés del descubrimiento de formas y estilos, de experimentación con prueba y error, del establecimiento de los temas que serían fundamentales para la definición de los géneros que conformaron al desarrollo de la industria. Bustillo Oro narra con nostalgia la manera en que se realizaban los estrenos de las grandes producciones, el temor hacia los críticos, el deseo del éxito de taquilla para la recuperación de los productores y que continuaran financiando películas, las rivalidades debidas a lo que filmaba cada uno de los pioneros, los problemas de temperamentos y vanidades que iban provocando el rechazo hacia ciertos actores y actrices. Era el inicio de los sueños...
NOTA APARTE: Dos monjes acaba de salir a la venta en Estados Unidos en versiones de DVD y Blu-ray, dentro de una caja (ya la tercera de una serie) que contiene otros títulos, y cuyo objetivo es la continuidad de una labor ejercida por Martin Scorsese y The Film Foundation World Cinema Project al recuperar y proteger películas que se consideran obras maestras olvidadas (abandonadas, dejadas por descuido) de todo el mundo. Cada caja trae seis películas. Anteriormente, se había rescatado Redes (Zinnemann y Gómez Muriel, 1934). Esta misma copia restaurada de Dos monjes puede verse en YouTube en la siguiente dirección:
https://www.youtube.com/watch?v=UR1xkIKqHpg&t=798s,
aunque siempre será mejor tenerla consigo, como
preciada posesión de coleccionista, como libro visual que se toma y disfruta con mayor comodidad...