domingo, 18 de febrero de 2024

19 CORTOMETRAJES DE LA NUEVA OLA FRANCESA

 

CERRANDO CICLOS
19 CORTOMETRAJES DE LA NUEVA OLA FRANCESA

(19 courts métrages de la Nouvelle Vague)
Doriane Films, Francia, 2018.
Pal, DVD, región cero.

      ===Aunque ahora es más fácil acceder a plataformas con múltiples ofertas de títulos, siempre tendremos el vicio de los “discos”: DVD o Blu-ray (y ahora el 4kUHD), que nos permiten tener películas como libros. Nuestras videotecas nos ofrecen el placer de tener a la mano el título que se nos antoje, a la hora que sea, sin haber que buscarlo o darnos cuenta de que “ya no está” o solamente se encuentra “doblado”. Sobre todo, está la alternativa de “cerrar ciclos”. Ahora, como nunca, tenemos la posibilidad de complementar visiones, filmografías o actuaciones; podemos revisar las tendencias de directores, escuelas, corrientes o movimientos. Es otra etapa de algo que fue muy rico, aunque limitado, en el tiempo de los VHS, cuando se editaron muchísimos títulos, pero sin tener las ventajas de la alta definición. Aunque podíamos, por ejemplo, tener una copia de “Ben Hur” (1959, Wyler) en pantalla panorámica, la imagen era reducida para ofrecer la gloriosa dimensión de anchura que, luego, en el DVD o en el Bluray conmemorativo, se pudo disfrutar en audio y video.

 ===El “cierre de ciclos” al que me refiero, se debe a la reciente adquisición de dos DVD, editados por la firma francesa Dorian que contienen los cortometrajes producidos por Pierre Braunberger, uno de los padres de la Nueva Ola Francesa al aportar recursos para la iniciación en cine de los jóvenes críticos de la revista Cahiers du Cinema, que deseaban entrar a filmar sus inquietudes más que dejarlas plasmadas en sus admiraciones hacia el cine de otros, sus maestros y formadores, o quienes les habían dado otra perspectiva de lo que debía de filmarse para reflejar a la sociedad que le rodeaba e indicar sus cualidades y defectos, además de adentrarse en las realidades espirituales de su generación y de los más jóvenes. Mi ciclo se cierra conociendo los antecedentes de directores que admiro y me han alimentado a lo largo de los años.

Virginie Vitry y Jean-Claude Brialy en "Le coup de berger" (Rivette)

         ===Incluido en otro DVD con películas de Jacques Rivette, está “Le coup du berger” (1956), que podría traducirse como “El mate del pastor”, ya que se refiere a una jugada de ajedrez que, en este caso, se transporta a una esposa infiel cuyo amante (Jean-Claude Brialy, quien será el protagonista de muchos cortos en esta corriente nuevaolera) le regala un abrigo de pieles. Para evitar la sospecha del marido, la mujer se lo autoenvía por transporte, haciendo que el hombre busque el paquete para evitar sospechas y hacerlo pasar como una equivocación. Al final, el hombre vuelve con otro objeto, pero el abrigo aparece en el cuerpo de la propia hermana de la protagonista. Rivette ya había filmado otros dos cortos previos, pero en este caso, logró su primera trama redonda y se convirtió en el precursor de la Nueva Ola como crítico que introdujo actores y tendencias: en una secuencia de fiesta aparecen juntos Truffaut, Godard y Chabrol.

Jean-Claude Brialy y Caroline Dim en "Une histoire d'eau" (Truffaut/Godard)

         ===Ya conocía “Les mistons” (1957, Truffaut), pero desconocía su colaboración con Jean-Luc Godard en “Una historia de agua” (1958) que narra en estilo semidocumental la travesía de una joven mujer que encuentra su suburbio parisino inundado por el derretimiento de las nieves invernales. Un joven (Brialy) la recoge en su auto para ir rodeando el desastre y poder llegar a París, donde ambos estudian. El incremento del agua va subiendo también la intensidad de sus emociones. Las imágenes reales de una Francia devastada por un fenómeno natural se entremezclan con una trama de pasión, temáticas que serán notorias en la carrera de Truffaut y solamente al inicio en Godard cuyo cine irá hacia lo absoluto conceptual con el paso de los años.

Arriba: Nicole Berger y Jean-Claude Brialy
"Tout les garçons s'appellent Patrick" (Godard)
Abajo: Anne Collette y Jean-Paul Belmondo
"Charlotte et son Jules" (Godard)

         ===De Godard, vienen dos cortometrajes: “Todos los muchachos se llaman Patrick” (1957), escrito por Eric Rohmer, que muestra la tendencia de este último por hablar de encuentros y desencuentros (como lo repetirá a lo largo de su maravillosa carrera), donde el mujeriego Patrick (Brialy, de nuevo), cortejará a dos amigas, cada una por su lado, sin saber que se conocen, citándolas para sendas citas, hasta que ambas lo descubren paseando con otra muchacha; su otro corto es: “Charlotte y su Jules (1958), que viene a ser un divertimento, casi monólogo, con guion suyo, entre un joven escritor (Jean Paul Belmondo) que recibe la visita de su exnovia. Todo un discurso acerca de su realidad y presente, con esperanzas de un futuro conjunto, se corona con la verdadera intención de la chica: ¡recoger su cepillo de dientes y marcharse por completo de su lado!

Yanne Barry y Jean-Claude Brialy en "Les surmenés" (Doniol-Valcroze)

         ===El DVD contiene otros cortometrajes de Jean-Pierre Melville, Alain Resnais y Agnès Varda, quienes habían debutado años antes del inicio de la corriente de la Nueva Ola, aunque varias de sus obras se considerarían dentro de la misma. Por otro lado, Jacques Doniol-Valcroze con “El exceso de trabajo” (1958, Les surmenés), inicia su pequeña obra con un discurso sociológico acerca de la diferencia entre pueblo y ciudad, la vida tranquila contra la agitada, para entrar en la historia de una joven provinciana que se muda a París para trabajar como mecanógrafa: su existencia queda envuelta por el bullicio de la gran ciudad, su cuñado sufre un colapso por dormir poco y trabajar con intensidad. La chica sufre el rechazo de su novio y a punto de perder el trabajo, logra darse cuenta de que todo requiere un equilibrio. Se nota que este cortometraje contó con el apoyo de un organismo social de gobierno. Aparecen Jean-Pierre Cassel, el infaltable Jean-Claude Brialy y quien será guionista importante, Jean Gruault.

Arriba: Claude Berri y Evelyn Ker en "Janine" (Pialat)
Abajo: El contraste entre urbe y pobreza en "L'amour existe" (Pialat)

         ===Se nota el interés de estos jóvenes por mostrar entre sus imágenes, referencias de cine, libros y otras publicaciones. El anuncio de conciertos. Las salas de baile y el jazz y el incipiente twist. Es otro París, pero no todo es delicadeza ni una urbe que ofrece solamente amores y desconsuelos. Aunque no perteneció (y hasta renegó de) a la Nueva Ola, Maurice Pialat está presente con dos cortometrajes descorazonadores y tristes, también producidos por Braunberger, con una visión realista, usualmente pesimista, aunque con cierto toque de esperanza oculto en su final: “Janine” (1960), acerca de dos hombres cuya relación con una mujer parte de dos caminos distintos: uno fue su esposo y padre de su hija, otro es su cliente ahora que se dedica a la prostitución. Ambos la aman, a pesar de sus realidades. “El amor existe” (1961), ganó un premio en Venecia y es un documental acerca de los cambios habitacionales y sus consecuencias sociales que iniciaron en el París de la posguerra para irse extendiendo con el paso de los años. Al lado de conjuntos multifamiliares, viven muchos pobres extremos. Las áreas verdes se han ido disminuyendo en nombre del progreso. Pialat lamenta la desaparición de su mundo infantil. Estas temáticas, con variantes, las encontraremos en su maravillosa carrera posterior: “A nuestros amores”, “La infancia desnuda” o “No envejeceremos juntos”.

Godard y Rohmer en la redacción de "Cahiers du Cinema"

         ===Seguimos adorando al cine, cerrando ciclos, conociendo lo desconocido u oculto, mientras nos queda el soplo de vida.

jueves, 15 de febrero de 2024

EL MAYORDOMO (1970) - HAROLD PRINCE

EL MAYORDOMO
1970. Harold Prince.
(Something for Everyone)

         Recién adquirida en formato DVD, la película nos trae gratos recuerdos del Cine América, cuando proyectaba las películas de la Fox y Columbia, por un acuerdo con las salas independientes, derivado de un conflicto contractual con los cines oficiales. Fueron los tiempos del Río 70 y Cuauhtémoc 70, que se encargaban de los grandes estrenos o de las cintas más comerciales. En el Cine América llegaban producciones consideradas “menores”, aunque, en realidad, eran verdaderas joyas (“Decadencia y caída”, “Serafino”, entre muchas otras), como la que ahora comento.

         El joven Konrad (Michael York) llega en bicicleta a Ornstein, en Alemania, a mitad de los años sesenta. En una taberna conoce al mayordomo del castillo del lugar y le comenta que busca trabajo. El hombre lo lleva con la condesa Von Ornstein (Angela Lansbury), quien le responde que no tiene recursos para otro sirviente. Konrad, entonces, planea el asesinato del mayordomo para ocupar su lugar y, ya en el puesto, seduce al joven hijo de la condesa, Helmut (Anthony Higgins), además de provocar el despido del jefe de sirvientes que le había amenazado con correrlo al descubrir sus intenciones con el joven conde. Más tarde, Konrad seducirá a la hija de un matrimonio de nuevos y acaudalados ricos, que desean comprar el castillo, asunto prohibido por ley, por lo que planea casar a Helmut y a la hija de este matrimonio: el dinero de la joven servirá para restaurar el esplendor Ornstein y el castillo pasará a manos del matrimonio por este nuevo parentesco. Todavía ocurrirán otras cuestiones, seducciones, accidentes, chantajes.

         Como puede notarse, estamos ante el retrato de un ser monstruoso y amoral que juega con la gente que se interpone en su camino. Juventud y apostura son los medios para la fácil seducción. La falta completa de emociones y sentimientos le lleva a disponer de vidas y cuerpos sin remordimiento, sino como fines para alcanzar sus propósitos. En ningún momento, el espectador siente que el joven Konrad ofrezca calidex, sino carnalidad. Sus únicas expresiones serán de temor ante ser descubierto, por lo que deberá de tomar decisiones extremas y rápidas para evitarlo. Comedia negra que muestra a una sociedad fría, resultado de las consecuencias de la guerra, todavía renegando del nazismo que les empobreció (o del cual participaron) y que ahora es parte del estigma nacional. La novela original (“El cocinero” de Harry Kressing, un autor norteamericano que vivió en Europa) sucedía en terrenos británicos. Konrad era un joven alto y delgado que llegaba con sus recetas al trabajo. El cambio de locación y de idiosincrasia permitió esa atmósfera de frialdad y oportunismo, de cinismo e hipocresía, por lo que la cinta ganó en veracidad y justificación.

         Konrad descubre secretos y los utiliza para su provecho: la homosexualidad oculta, aunque perceptible, del joven Helmut permitirá seducirlo y tenerlo bajo su control. La amenaza del jefe de sirvientes queda anulada al enterarse de un pasado nazi, por lo que la fácil solución será la denuncia a la policía. La relación, como chofer, con una familia vulgar (las mujeres utilizan joyas desmedidas; el hombre organiza picnics con caviar y champaña) le llevará a seducir a la hija, sometida y reprimida en su sexualidad. Así, el joven Konrad pasará de cama en cama, siempre pensando en sí mismo, aunque, como toda buena comedia negra que se respete, habrá un giro de tuerca, una sorpresa inevitable para este tipo de personaje que teje su telaraña para terminar envuelto en ella.

         Estamos en los tiempos cuando la permisividad era mayor. Ya no había problemas con desnudos (aquí no hay, solamente York aparece con una trusa pequeña), ni el tema de los besos homosexuales era prohibido. Si en 1968, el maestro Pasolini había mostrado a un hombre muy bello, como ángel de justicia y conciencia, que se apoderaba seduciendo a los miembros de una familia burguesa para condenarla a un infierno en vida (“Teorema”), acá estamos en las antípodas de esa tesis: nuevamente es el hombre atractivo que se apropia de las voluntades de una familia aunque solamente sirva para acentuar su propia decadencia: el interés se convierte en trampa. La finalidad material se cumple, creando una cárcel.

         Harold Prince, formado en los escenarios de Broadway como director de las puestas originales de “Amor sin Barreras” o “Cabaret”, por mencionar dos, debutó como director de cine con esta comedia negra, utilizando el guion de Hugh Wheeler, novelista de misterio que había publicado bajo el seudónimo de Patrick Quentin, por lo que la cinta asimiló los elementos de crimen en una manera equilibrada. Para ser su primera cinta, Prince demostró dominio de su sentido de espectacularidad: hay una escena donde Konrad está en un sillón, rodeado de velas, soñando en un futuro de riqueza y autosatisfacción que resulta bellísima y majestuosa.

         Michael York había debutado en un rol secundario, pero importante, en “Extraño accidente” (1967, Joseph Losey) y obtuvo importancia gracias a “La fierecilla domada” (1967, Franco Zeffirelli), que le llevó al Tibaldo de “Romeo y Julieta” (1968, Zeffirelli), “Alfredo el grande” (1969), “Justine” (1969), hasta llegar a este rol estelar en la que era su décima película.  De gran personalidad, con su nariz aplastada y un cuerpo muy delgado, pero bien formado, además de una voz peculiar que recordaba al elegante James Mason, York alcanzó su posición en el cine. Vendrían otros títulos importantes (“Cabaret”, “Los tres mosqueteros”, “Fuga en el siglo 23”), pero dentro de los roles secundarios o característicos. Aquí resulta fenomenal y muy convincente en las artes de la seducción.

         Por su lado, Ángela Lansbury, actriz destacada en cine, teatro y comedia musical, había llamado mucho la atención como la Sra. Iselin, la perversa y ambiciosa esposa de un político y madre terrible del frágil Laurence Harvey en “El embajador del miedo” (1962, Frankenheimer), que le daría la nominación al Óscar, por lo que aquí repite otro personaje oscuro, cuya carnalidad surge accidentalmente, al despertarse emociones largamente dormidas, cubiertas por esa capa de frustración económica que ha quedado atrás.

         “El mayordomo”, cinta que en su momento no obtuvo la taquilla esperada, quizás porque se adelantó a su tiempo, tal vez porque quienes la merecían no la encontraron, y aquí, en México, definitivamente por la escasa difusión y limitada distribución (la clase acostumbrada a los cines de lujo no iba al América, solamente los bendecidos por la cinefilia sin barreras). Más de cincuenta años después ha catalizado la reacción inmediata de los recuerdos embarullados en la memoria.


19 CORTOMETRAJES DE LA NUEVA OLA FRANCESA

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